viernes, 20 de noviembre de 2009

La berenjena

Se llamaba Ber, ella era una berenjena educada, a la par que sensible, con dotes tanto para las letras como para las ciencias, la cual tuvo la suerte de nacer, casi en silencio, y así ver la primera luz del día, una mañana soleada de principios de verano.


En el atardecer de ese mismo día, otro evento acaeció. La madre de Ber todavía no se había repuesto de su parto, cuando justo en frente de su matita, la más gorda berenjena alumbraba otra berenjenita, con gritos espeluznantes y alaridos propios del berenjenal.

La llamaron Bena y desde que nació, fue comparada con Ber, cosa que en cierto modo, a Bena le encantaba pues le ganaba en casi todo, el hecho de que dada la posición de la planta tuviese mas sol, hacia que ella creciese mas gordita y más sana que su vecina, su piel se tersaba, su color brillaba y la suerte de estar justo al lado de la gotita de agua no hacían mas que colaborar en su beneficio.

La pobre Ber crecía en la sombra , lejos del regadío, y los ratos en que sus vecinas se infundían en las más sangrientas y sonoras disputas , sobre quienes de entre ellas eran las más bellas , y quienes no , Ber se refugiaba en sus libros de caballerías, los cuales les hacia vivir aventuras trepidantes, lejos de su estrepitoso cotidiano y mundanal ruido.



Viendo que los preciados libros de los cuales disponía eran escasos Ber había decidido dosar el tiempo dedicado a la lectura, el retraso del suplicio eminente y los gritos de sus compañeras habían puesto en una situación extrema a la pobre berenjena que nerviosa y altamente excitada buscaba y rebuscaba entre la tierra que circundaba su matita la existencia de nuevas novelas en las cuales perderse.


El día en el que los libros de caballería se acabaron fue un día horrible para Ber. La delicada Ber, busco más que nunca y se encontró al fin de la jornada totalmente cubierta de un fango horrible que le hacían sentirse más miserable que nunca, con el lejano consuelo de encontrar una obra que le sumergiera en el hechizo de la aventura y con los gritos, y los insultos de sus compañeras de berenjenal que encima se reían de su suciedad y su falta de belleza.


Al día siguiente con renovados esfuerzos, la pobre berenjena intento cavar mas hondo si cabe en busca de su precioso tesoro, pero tampoco hubo recompensa a tan ardua tarea. Así sucesivamente día tras día, Ber removía un poco la tierra y dormía soñando con la esperanza de que un día daría con los libros deseados.


Un mes trascurrió desde ese fatídico día cuando algo vino a cambiar el rumbo de la vida de Ber. Mientras que se encontraba buscando desesperadamente hurgando en la tierra los libros preciados, sus pequeñas manitas tropezaron con una madera , que una vez desenterrada resulto ser un pequeño cofre , el cual resulto a su vez cerrado con un candado dorado.

Ber se felicito por su suerte en voz alta, y durante cerca de una hora estuvo reflexionado sobre como abrir el candado y ver lo que contenía el pequeño cofre. Rezaba para que su pequeño tesoro estuviese repleto de libros para poder seguir con la vida que tanto anhelaba.

Tras muchos esfuerzos, y gracias a la raíz que hizo de palanca consiguió que el candado cediese. La berenjena no confiaba en la veracidad de lo que sus ojos le mostraban. El cofre solamente contenía una lámpara de aceite sucia y descuidada.

Bena que había dejado de cooperar en el bullicio general y seguía atentamente todos los pasos de Ber interpelo bruscamente a esta, y con gritos que hizo acallar hasta a su propia madre contó a todo el berenjenal, lo ingenua y tonta que era Ber que había creído ciegamente en su suerte y ahora se encontraba con una lámpara vieja y oxidada.

Ber , que por primera vez en su vida era el centro de atención del berenjenal, se sintió un poco tonta e incómoda con la lámpara en la mano y sin saber porque con la mano froto la lámpara para tratar de limpiarla un poco y que todos viesen que si bien no eran libros, una vez limpia este tonto artefacto podía servir a alumbrar las noches de invierno, cuando de repente y precedido por un temible estruendo un genio salió de esa lámpara maravillosa.


El genio acallo el berenjenal. El tamaño del genio multiplicaba por cien al de las pobres berenjenas. Desde abajo estas miraban totalmente anonadadas al genio y poco a poco temiendo la ira del genio despertado, comenzaron a increpar al genio señalando a Ber como la única culpable de haber desatado su cólera.

Ber se encontraba totalmente paralizada por el miedo, y se sentía integralmente observada por el genio y a la vez por todas las acusadoras berenjenas. Ber sudaba, temblaba y temía horriblemente lo que iba a acaecer.

En contra de sus expectativas, el genio se desperezo y con dulces palabras agradeció a Ber el hecho de que le hubiese liberado y como premio le concedió tres deseos y, rápidamente y más contento que nunca volvió a su lámpara dejando atónita a la berenjena.

El berenjenal se revoluciono, a partir de este momento Ber vio como todas las berenjenas opinaban y elucubraban como gastarían sus deseos exigiendo que se acordase de ellas en sus propósitos, muchas le pedían por una piel tersa y brillante a cambio de todo lo que poseían.

Ber saco fuerza de flaqueza e interpelo al público para decirle que el genio le había dado a ella el poder de formular sus deseos y todo ello lo haría al dia siguiente. El sol se puso, todas las berenjenas se preparaban para dormir pero una sensación de rabia y de decepción corriendo por las venas de las no agraciadas con la suerte hizo difícil conciliar el sueño aunque todas durmieron con la esperanza que sus vidas cambiarían.


Ber se acurruco con las hojas de su mata y comenzó a pensar que tres deseos podía pedir, era una decisión difícil. Ber decidió posponer su más ferviente deseo y utilizar el primero para cambiar la vida de sus compañeras.

Bena que no dormía trataba de convencer a Ber para que le consiguiese, gracias a sus deseos, mas agua en su mata para poder ser la más gorda y hermosa verdura y ganar así el concurso de verduras y hortalizas en la feria regional.

Ber hizo callar a Bena y llamo a la tramontana para que le aconsejase sobre la decisión a la que se debía afrontar. La tramontana le hablo largo y tendido sobre la paz. Y Ber quedo cautivada por lo importante y necesario de este bello concepto, el cual ella no conocía, ya que la vida en el berenjenal no le había hecho ver más que guerra y conflicto.

En el justo momento en el que despunto el sol Ber se irguió todo lo que pudo y carraspeo mientras que todas las berenjenas esperaban impacientes a que Ber formulase sus deseos.
Así que Ber cerró sus ojos y deseo que en el berenjenal reinase la paz.

Una placida calma colmo el valle en el que se encontraban, los gritos y peleas desaparecieron de repente y la esperanza de un mundo mejor habito en el corazón de Ber. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que todas sus compañeras habían desaparecido.

Ber no sabía qué hacer, así que tras mucho pensar decidió pedir explicaciones al genio. El genio parco en palabras, le explico que su deseo había sido cumplido, que la paz en el berenjenal era plena, que quizás si hubiese sido más explicito a la hora de formular el deseo él hubiera logrado la paz de la forma en la que la berenjena le hubiese mostrado y volviendo a la lámpara no se quedo para escuchar como Bar se quejaba del método elegido para lograr la paz y de como ya echaba de menos sus compañeras y el bullicio.

Ber se lamentaba de su suerte. No solo había desperdiciado su primer deseo, sino que el segundo también debía ser desperdiciado para poder volver a ver a sus compañeras.

Sin la predecesion de carraspeo, sino más bien, de unas manos temblorosas Ber deseó que sus compañeras volviesen a habitar el valle.

A Ber le quedaba un tercer deseo, no quería escuchar a las berenjenas que se quejaban y le increpaban de lo tonta que había sido. Ber decidió coger un bolígrafo y comenzar a redactar de una forma clara y concisa el objeto de todos sus deseos. De esta forma no habría confusión. Cuando formulase el deseo Ber leería la nota. Ella quería todas las novelas de caballería y trabajaba y trabajaba en su discurso para no dar lugar a malentendidos.

Bena trataba por todos los medios de impedir que Ber consiguiese sus preciados libros. Ella quería ser la reina en la feria de hortalizas de la región y Ber no le ayudaba en sus propósitos.

Bena le pregunto maliciosamente a Ber quien estaba tremendamente atareado completando su discurso, si acaso no quería que ella ganase el concurso del que tanto había hablado, Ber sin darse cuenta formulo su deseo diciendo que si, que realmente lo quería.

Antes de que acabase completamente la frase, Ber se dio cuenta de su error pero no pudo evitar el que Bena desapareciera de su vista y fuese proclamada reina de la feria de hortalizas.

Semanas más tarde justo al lado de la mata donde viviera Bena, Ber encontró "Ivanhoe". La afortunada berenjena llamo a la tramontana para hacerla participe de su buena nueva, y la tramontana le conto como Bena había sido coronada como berenjena en el feria, pero que su gloria había durado unos instantes. Había peleado con una zanahoria muy huraña de tamaño descomunal la cual le había vencido en una lucha sin precedente y Bena había quedado en el fango.

La patata

Se llamaba Pat, ella era una patata gorda y prieta, que le gustaba tocar el violín. Desde que nació el mundo subterráneo se convirtió en su hogar, el cual compartía con su hermana, a la que quería con locura.

La madre de Pat había sido extraída de las entrañas de este mundo siendo bastante joven y ,Pat y su hermana, se habían visto obligados a aceptar la autoridad de su Madrastra. Su padre, ciego y sordo, viéndose inmerso en un inmenso dolor , no se supo ocupar de ellas, y para aliviar sus penas, decidió contraer matrimonio con una joven viuda, la cual le prometió que cuidaría de ellas.

Pat y su hermana crecían desprotegidas. Mientras que el resto de la colonia pensaba que Pat y su hermana estaban bien avenidas, su madrastra se comía todos los nutrientes y no dejaba ninguno para ellas. Si se acercaban demasiado les daba puntapiés para que se marchasen. La madrastra solo tenía ojos para su propia hija, y se desvivía para que fuese feliz, pero esta, lejos de serlo, solo le preocupaba que sus dos hermanastras se sintieran ilusionadas, a pesar de las penas que vivían.

Su hermanastra lucia un parche y el hecho de ser tuerta le tenia amargada. Su extrema delgadez, unido a su ojo carente le fraguaron un carácter perverso Los únicos momentos en los que disfrutaba, eran aquellos en los que sus nuevos familiares sufrían.

Una noche Pat decidió que era el momento en que debían escapar. Pat sabia que si se quedaban un poco mas, acabarían muertas de inanición o en el mejor de los casos crecerían apesadumbradas gracias a la labor de su madrastra y su hija.

La fiesta del otoño fue la coartada perfecta. Los agricultores al principio de septiembre abonaban el campo y esa circunstancia hacia que las patatas celebrasen por todo lo alto la llegada de nuevos nutrientes. Pat y su hermana aprovechando la confusión que estos eventos producen, comenzaron a moverse hacia el oeste todo lo rápido que sus pequeñas piernas les permitían.

Pat y su hermana se alejaban y de vez en cuando miraban hacia atrás para ver si su madrastra o alguno de sus esbirros le seguían a la zaga. Después de sentirse desfallecidos después de tanto, andar y andar, por tierras calizas y por pedregales, las dos patatas pudieron dormir durante varias horas.

Al despertar de la siesta, se dieron cuenta que era un buen sitio para vivir, la tierra estaba oxigenada y en aquel sitio se respiraba considerablemente bien. Pat y su hermana decidieron hacer de aquel lugar su morada y en poco tiempo y con mucho alimento, las dos hermanitas crecían felices y sin preocupaciones.

Un día de octubre se despertaron oyendo el murmullo de un riachuelo subterráneo. Pat sin pensarlo dos veces, tomó a su hermana de la mano y se dirigieron apresuradas hacia la corriente decididas a calmar su sed. Pero, la malvada madrastra y su hija, eran unas brujas, y habiendo reparado en la fuga de las patatas se deslizaron detrás de ellas, solo como una bruja sabe hacerlo, y decidieron embrujar todas las aguas del subsuelo.
Al llegar ellas a la corriente, la hermana de Pat se apresto a beber. Pat escucho un rumor que provenía de las rocas calizas que preconizaba, con un eco algo misterioso, que si alguien bebía de esa agua, se convertiría en piedra.

A Pat no le dio tiempo de prevenir a su desventurada hermana. Ante sus propios ojos se transformó en una patata petrificada. Pat intento hablar con ella, pero la desdichada, no podía oír, no podía ver y ni tan siquiera le latía el corazón.

Pat se sobrecogió y en un principio no sabía bien que hacer. Ante la inmovilidad de su hermana , decidió hablar con las ninfas del arroyo, para que cuidasen de ella en su ausencia y Pat partió en busca de ayuda.

Pat rememoró como su madre, una vez le comentó, que las raíces de los olivos centenarios son una de las criaturas mas inteligentes del mundo subterráneo. Así que Part decidió ir en busca de ellas y consultar la mejor manera de salvar a su hermana de aquella desgracia.

Pat empezó a caminar preguntado a quienes se encontraba en el camino. La pobre Pat desesperaba, pero gracias a la audacia de creer, no tardó en encontrar a una hormiguita que conocía bien los parajes, esta le indicó que siguiendo siempre hacia el noroeste se encontraba un viejo olivo.

Cuando Pat se presentó frente a las roídas raíces de aquel poco lozano olivo, tuvo que gritar bien fuerte pues el arbol dormía en un sueño profundo, un amodorramiento de anciano , si bien uno de los mas placidos, también el mas difícil de perturbar.

Pat relato la historia y las raíces, entre toses tuberculosas y movimientos reumáticos, le sacó de dudas, aunque quizás también la dejó mas atormentada que nunca.

El encantamiento solo podría ser roto si Pat encontraba el ojo que había perdido su hermanastra. Este ojo había sido tragado por una enorme lombriz de tierra . Tenia que buscar este ojo, y solo si, Pat lograba descifrar el enigma, con su corazón, podría ver reflejado en aquel ovalo la forma en la cual su hermana conseguiría ser salvada.

Una vez más, Pat tuvo la audacia de creer. Muerta de miedo, recogió un palito que se encontraba enterrado en su camino, a modo de espada. Y se lanzó de lleno hacia aquello que más terror le producía en el mundo subterráneo: la búsqueda de la más grande lombriz de tierra que existía en aquellos lares.

Camino hacia el norte, luego hacia el oeste, mas tarde decidió que la lombriz se debía encontrar hacia el sur, y cuando ya pensaba que jamás lograría alcanzar sus objetivos, se volvió a encontrar a la hormiguita, la cual muy amablemente le indicó claramente, la dirección en la que la lombriz se movía, ávida de encontrar nuevas y tiernas patatas a las que clavar sus dientes.

Pat sin estrategia alguna, se encamino directamente hacia el sitio que le indicó la hormiguita. Allí encontró a la más fea de las criaturas vivientes del mundo subterráneo. Pat increpó a la Lombriz exigiéndole que le entregase el ojo que albergaba en su interior.

La lombriz le respondió con una risa malévola. Le contestó que le dejaría ver el ojo, pero antes se tenía que dejar enrollar por la lombriz. Le explicó claramente que si no contestaba adecuadamente al enigma que le planteaba el ojo, no solo no tendría respuesta a sus anhelos, sino que quedaría prisionera en los anillos de la inmensa lombriz, totalmente a su merced.

Pat no dudo un instante, y acepto la condición propuesta por la lombriz, pero palideció cuando el cuerpo de la lombriz iba enrollándose en el cuerpecito, cansado y abatido, de la pobre Pat.

La lombriz escupió, en medio de bilis y de líquidos intestinales verdes, el ojo de tonos verdosos que había pertenecido a su hermanastra. Pat quedo poseída por los colores y los brillos de la esfera que llegaron, por un momento, a hipnotizar su existencia. Vio relejado claramente a su hermanastra, flaca y ojerosa.

El ojo le indicó mediante un lenguaje sensorial, que diagnosticara la enfermedad de aquella. Pat, que había estado repasando las tablas de multiplicar para nada, se sintió cerca de desfallecer, ya que la medicina no era su especialidad. Sabia que la circulación de su hermana no funcionaba bien, en aquel mundo subterráneo todos se aquejaban de reumatismo, así que, cuando más dispuesta estaba a intentar salvar a su hermana, respondiendo reumatismo, Pat se acordó que las raíces le indicaron que el enigma se debía resolver con el corazón.

Pat tragó saliva y preguntó a su órgano preferido, cual podría ser la enfermedad de su hermanastra. Este que no entendía de reumatismos pero si de sentimientos, le contestó que la enfermedad de aquella era la envidia. Pat entendió perfectamente que este de los pecados capitales era el que impedía que su hermanastra fuera feliz y dichosa, y que era la envidia y solamente esta, la que no le dejaba dormir ni disfrutar de su propia existencia, convirtiéndole en un ser flaco y miserable.

La lombriz furiosa al escuchar la respuesta acertada, comenzó a desanudar su cuerpo de entre el cuerpo de Pat. Mientras ella se apresuraba a ver reflejado en el ojo, como podría salvar a su hermana. Pat observó un espléndido arco iris y a su hermana fresca y lavadita. Pat dio las gracias al ojo. Y se apresuró a regresar donde ansiosamente le esperaba su petrificada hermana.

La solución a todos sus pesares, ahora se tornaba más fácil. Solo tenia que empujar a su hermana hacia la superficie, esperar a que lloviese, para que su hermana quedara lavadita con aquella agua clara. Una vez limpia, el arco iris iluminaría a la inanimada patata y se rompería el hechizo.

Pat empujó a su hermana, en un trabajo de titanes, y una vez que estuvo fuera de las entrañas de la tierra, imploró a la brisa que soplara con fuerza, para que con su vientecillo hiciese amainar a la tramontana que se llevaba las nubes, para que se quedaran, se formara una tormenta y gracias a un buen chaparrón limpiase a su imperturbable hermana. La brisa comprendiendo la urgencia de la situación sopló y trajo nubes de tormenta.

Justo cuando el reflejo del arco iris infundía de nuevo la vida en la hermana de Pat, unas manos suaves y calidas, recogieron a la patata del suelo y en unos segundos, sin saber como, quedó proclamada reina de las hortalizas en la feria regional.

Pat se sintió satisfecha y no escuchó para nada, a la bien contorneada berenjena, que poco comedida, como solo una berenjena puede ser, se quejaba del barro que se había formado en el suelo de la feria.

La alcachofa

La alcachofa se llamaba All, era chiquita, verde y morada en sus puntas, y con un gran sentido del humor.

Por las mañanas, cuando se despertaba con la primera brisa, esperaba impacientemente en su plantita a que le llegase el turno de ser recogida en el campo. Ella gritaba con su poquita voz que ya le había llegado el momento, que ya era hora que le sacaran de allí.

All, desde que había nacido, solo había conocido aquel verde valle. Tenia unas vistas magnificas hacia la ladera norte de una imponente montaña que, a la vez que la resguardaba de las inclemencias del tiempo, le hacia pensar en lo que le ocultaba con aquella majestuosidad.


Así que todos los días, cuando veía el atardecer y quedaba anonadada contemplando la puesta de sol, una lagrimilla le resbalaba siempre por la mejilla derecha, a la misma vez en que pensaba con tristeza lo poco afortunado que había sido el día. Tras secarse la lagrima con su pañuelo blanco, bordado con sus iniciales, se adormecía pensando que quizás el día siguiente seria el elegido, y que tan solo tendría que esperar a que el sol brillara de nuevo.

Se decía a si misma que las probabilidades cada día jugaban mas a su favor, y el semblante, solo de pensar en aquella posibilidad, se le cambiaba y una sonrisa le iluminaba la cara en el preciso instante en que ella soñaba como saldría de aquellos campos triunfante.


Se imaginaba a ella misma gordita y bien prieta de camino al mercado, ya veía como los vendedores tendrían que calmar a los cientos de amas de casa que se pelearían entre ellas para comprar esa alcachofa que se vendería por si sola.



Los días pasaban y All poquito a poquito crecía y se convertía en una preciada alcachofa. El sol apretaba y ella se escondía entre las hojas para que el sol no destrozara con la fuerza de sus rayos su delicada piel. Sin darse cuenta, los días placenteros del mes de septiembre dieron paso a las frías mañanas del de octubre. Las lluvias sacudieron con violencia varias veces los campos mientras All se agarraba fuerte y resistía heroicamente las embestidas.



Cada atardecer, cada día justo después de secarse la lagrimilla que le caía en la mesilla derecha, poco a poco se convencía mas fervientemente de que el preciado día acabaría por llegar y su alegría no tendría fin.



Octubre fue bastante lluvioso, así que aquella mañana All se encontraba lavadita, las gotitas de rocío le daban toques de estrella de cine y allí se encontraba All acicalándose cuado de repente un ruido de motor interrumpió la paz de aquellos campos.



All llamó a la tramontana y le imploró que soplara furioso en un vano intento para poder alejar de allí ese molesto ruido que irrumpía en la armonía del valle. A los pocos segundos y a pesar de que la tramontana soplo con furia, el ruido no solo no se aplacó sino que la paz de All se vio doblemente alterada cuando se unieron los gritos de las restantes alcachofas que asustadas presagiaban que el día había llegado y temían perder la tranquilidad y la paz del valle con la cual habían vivido hasta entonces.



All al contrario de sus vecinas siempre había soñado con este día, había creído que una guapa lugareña con tez tostada y manos suaves le apartaría de su matita para depositarla con cariño en una cesta con un lazo rojo con la que haría el camino hacia el pueblo, y de allí al mercado.



Pero no fue así, en vez de unas manos suaves, una maquina con ruido infernal se aproximaba, y All, quizás inducida por los alaridos de sus vecinas o quizás llena de rabia, al temerse lo que se avecinaba, por primera vez empezó a llorar con sus dos ojos, por ambas mejillas empezaron a correr lagrimas saladas.



La maquina separo bruscamente a All de su matita y ésta, sin darse cuenta como, se vio metida en una caja. La mala suerte quiso que All se viese relegada a lo mas hondo, mas incomoda que nunca. All no se lamentó por soportar el peso de las demás alcachofas, sino por la imposibilidad de disfrutar del viaje y ver otros horizontes.



Con la caja repleta, All no podía ver nada. Entre vaivén y vaivén del camión, All se imaginó cuando habían salido de su querido valle y en ese preciso instante un acongojo le sobrevino al pensar que ya estarían justo detrás de la majestuosa montaña, y se adormeció sintiéndose muy desdichada al ver como el destino le había privado de tan anhelada vista.



All estaba cansada y triste y no quería escuchar las quejas de sus compañeras de viaje, todas se lamentaban y lloraban de amargura por haber dejado su preciado valle.



All tuvo la idea de decirle a la alcachofa que viajaba en la parte superior de la caja que echase un vistazo y que le contase todo aquello que estaba viendo, pero todas las alcachofas estaban atemorizadas con el hecho de abandonar el valle y entre quejas y lamentos a ninguna le interesaba ni lo mas mínimo contemplar el paisaje y las historias de la pobre All.



Después de bastante, el camión se paró y manos fuertes y morenas trasladaron todas las cajas a una cámara frigorífica. La oscuridad se hizo total. All lloro amargamente mientras un fresquito poco natural, constante y sin alteraciones le entumecía su enorme corazón.



All perdió la noción del tiempo, no sabia cuando era de día, ni cuando era de noche, echaba de menos su montaña, su valle y su plantita. El rocío no le cantaba, y los pajaritos no le traían noticias de otros lugares. Se sentía desdichada y añoró no haber sido una alcachofa normalilla, sin demasiados sueños idealistas imposibles de realizar.



Así que justo desde que entró en la cámara, All, al recordar su valle con sus atardeceres, lloró y lloró, sin tener nada que la consolara.



Un día la puerta de la cámara, después de lo que a All le pareció una eternidad, se abrió, la luz cegó los ojos de la pobre All, que pensó que iba a quedarse así sin vista. En apenas unos segundos todas las alcachofas revitalizadas con el mísero calorcito que entraba con esa luz comenzaron a acicalarse. Un rumor se repandió (espandió) como la pólvora y todas trataban de mostrar su mejor carita, ya que sabían que solo las mas bellas serian elegidas.



All, que no había dejado de llorar desde que había llegado a la cámara frigorífica, no tuvo ni fuerzas para tratar de poner buena cara, ni siquiera sacó su pañuelo blanco para secar su llanto, cuando unas manos fuertes la apretaron y la sacaron de su letargo. Las demás alcachofas empezaron a gruñir y a increpar con sus poquitas voces, que esas manos estaban equivocadas y que All no era ni mucho menos la más hermosa de entre ellas.



All no cabía en su asombro, había sido elegida para concursar en la feria regional de hortalizas que se celebraba cada año. Con sus lloros había conseguido que su piel se cubriera de sal, la cual al reflejar la luz del sol emitía unos brillos espectaculares que hacían de All una alcachofa original a la par que elegante.



All fue depositada en una cesta de caña, entre cojines rojos con motivos dorados hizo el viaje a la feria regional, desde esta posición pudo ver muchos campos infinitos con tonos rojizos: campos de olivos, de almendros, de encinas, y su emoción fue infinita cuando ante sus ojos se postraron otros verdes y frondosos valles.



La exaltación de All era total, en ese preciso momento entendió a los pajarillos que le habían contando como eran los otros valles, y comprendió perfectamente las canciones que cantaba el rocío.



All se sintió libre y deseosa de volver a su prado. Pues en aquel momento halló que todos los valles son bonitos, que cada cual tiene su propio encanto, que hay que saber encontrarlo, vislumbró que siempre se anhela lo que no se tiene, y que las flores, las mariposas y las puestas de sol no son siempre mas bonitas detrás de la montaña.



Así que All, con su poquita voz, llamo a los pajarillos de su valle, y todos acudieron en su ayuda: All les pidió que le llevasen a su prado, que necesitaba ver, al menos una vez mas, la mas bonita de las puestas de sol. La suya.



En la feria regional, al descubrir que la alcachofa había desaparecido, corrieron a poner en su lugar a una gorda patata a la cual coronaron como reina de las hortalizas. La patata se emocionó, tras haber crecido enterrada e imperturbable, al ver como una alcachofa volaba alejándose, ayudada por unos pajarillos, rumbo hacia el oeste